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Textos y fotografías de una realidad donde nada es lo que parece
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A cuatro manos

 


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Un texto a cuatro manos, como todos sabéis, es un texto escrito entre dos personas, una de ellas escribe la primera mitad y la otra la segunda, siendo ambos independientes. Es distinto que escribir entre dos autores, en este caso entre los dos se ocuparían de su totalidad.

La primera de las posibilidades, escrito a cuatro manos, es curioso en cuanto a que si eres quien comienza la historia, quien la sigue le puede dar un giro totalmente inesperado para ti. Y así, el personaje que creaste para ser asesino se puede convertir en víctima y el lindo ramillete de rosas, en una bomba que explota y se lleva por delante hasta al apuntador. Es un ejercicio de imaginación, se mire como se mire, y eso siempre es positivo, o así lo entiendo yo.

Ramón Martínez Martín, del cual días atrás hice una reseña de su libro “Magia” en este blog, me propuso que escribiéramos un texto a cuatro manos. Ante todo agradecerle que pensara en mí, me sentí halagada, mucho.

Acepté, no tuve ninguna duda.

Pero sin saberlo él, ya entrados en juego, me dio ventaja, y es que propuso que yo escribiera la primera parte. Y digo ventaja porque siendo yo conocedora de que Ramón es un escritor romántico, escribí un texto de misterio y que comenzaba en un ambiente no precisamente idílico, bueno, no fui demasiado mala y el tránsito lo suavicé.  Pero salió bien parado, muy bien parado, Ramón tiene además de dotes de escritor, una imaginación desbordante, y volvió a darle un giro de 180º al texto, saliendo de su zona de confort como él mismo definió, devolviendo la historia a la temática de noviembre, mes de difuntos, que yo pretendía y con el que hoy sirve este texto de colofón. La guinda del pastel que diría yo.

Prometo que yo a los personajes les dejé bailando plácidamente ¿cómo se pudo liar lo que se lió?

Espero que disfrutéis con la lectura de este relato, a nosotros nos divirtió escribirlo.

Gracias Ramón, ha sido todo un detalle por tu parte.

 

 

LADY   ELISABETH

 

«¡Tu alma debe encontrar la paz! ¡Busca la luz!»

En una oscuridad inquietante y densa, estas palabras rasgaban el velo de la noche.

Solo, en aquel camposanto, con la cabeza erguida, los brazos en cruz y el alzacuello irradiándole la piel, imploraba con voz firme:

—Pater noster, Pater aeternum…

Un crujir de ramas provocó que el sacerdote guardara silencio. Después de un intenso minuto, después de tragar saliva, lanzó una pregunta al aire:

—¿Eres tú?

No hubo respuesta.

Continuó de forma enérgica:

—He aquí la cruz, eleva tu alma a…

Su letanía se vio interrumpida por una fuerza que desplazó su cuerpo hasta pegar su espalda con una vieja lápida. Retorciéndose de dolor, antes de desvanecer, alcanzó a leer en la tierra:

«Muerte»

Al otro lado de la tapia, una mujer aguardaba dentro de un carruaje. Recordaba cómo hacía unas horas, sus pies se deslizaban sobre el mármol de un salón, al son de un vals. Otras parejas también bailaban haciéndoles un círculo. Las arañas del techo centelleaban; en las esquinas, los candelabros eran sujetos por figuras de bronce; camareros provistos de guantes ofrecían champán… Todo era majestuoso.

Mientras se dejaba embriagar por la música, un fuerte brazo rodeaba su cintura y una leve sibilancia llegaba hasta su cuello delicado y desnudo. Pero su atención se centraba en una de las columnas del salón. Allí, apostado en ella, un hombre la seguía con la mirada. Mientras volaban las sedas de su vestido, mientras por su oído se deslizaban palabras de amor, sus ojos buscaban aquellos otros que desde lejos la observaban.

Cada vuelta guardaba un secreto, un secreto que solo ella conocía, ella y él. Los espejos eran testigos, esa noche y tantas otras.

El repetido choque de una cucharilla contra una fina copa detuvo a los músicos en su ejecución. Delante de ellos, un sacerdote hacía un anuncio:

—¡Sé quiénes sois, criaturas del averno!, llevo mucho tiempo siguiéndoos, a mí nunca me engañasteis. Hoy por fin encontraréis vuestro final y terminará esta infame pesadilla. No volveréis a dejar un rastro de cadáveres a vuestro paso. Volveréis al infierno de donde nunca debisteis salir.

Un silencio sepulcral pintó las paredes del salón con el color mortecino de una tensión insoportable, decenas de miradas parecían clavarse con saña en su cuerpo, mientras el padre Thomas batía las palmas de sus manos primero, y sacaba un crucifijo de plata del bolsillo interior de su chaqueta después. El tiempo pareció detenerse, pero nada ocurrió, nadie acudió a su llamada. Algo había ocurrido. El plan había fallado para su desgracia.

Al otro lado del salón, lady Elisabeth sonreía malévola, abrazada a su amante de esa noche, mientras su mirada buscaba, sin embargo, al hombre de la columna, a Richard, su más fiel servidor, su verdadero amor, el hombre que había destapado la conjura del padre Thomas, sus incipientes planes de muerte, su intención firme de acabar con su clan.

Pero ahora, en esos mismos instantes, su banda permanecía encerrada en los sótanos de aquella lúgubre mansión. Más tarde se ocuparían de ellos. Uno a uno los había ido desarmando y apresando, cayendo sobre ellos como una plaga. Había sido tan sencillo… Nadie respondería a la señal del padre Thomas, ninguna bala de plata sería disparada aquella noche.

El sacerdote comprendió al instante su derrota. Habían sido descubiertos y estaba perdido, pero reaccionando con la velocidad del rayo, logró empujar a los primeros sirvientes que, lentamente, se acercaban a él y echó a correr, huyendo del salón, como alma que llevara el diablo.

Contra todo pronóstico logró salir de allí y perderse entre los árboles del bosque. Su apresurada huida lo llevó a aquel cementerio donde ahora se encontraba, aplastado contra la vieja lápida por alguna fuerza sobrenatural, mientras pálidas sombras, ávidas de muerte, lo iban acorralando sin remisión.

La puerta del carruaje se abrió al fin con sonido de mazmorra y lady Elisabeth bajó con porte majestuoso, como la reina que era. Lentamente caminó por el sendero de piedra, atravesó la oxidada verja y caminó entre las tumbas en silencio, sin mirar atrás, con la vista fija en el padre Thomas.

            Cuando estuvo a su lado, el sacerdote trató, una vez más, de resistirse. Trató de vencer aquella fuerza sobrehumana e invisible que lo mantenía en el suelo, pero le resultó imposible y agachando la cabeza, resignado, supo que su final estaba cerca.

—Fue muy osado, padre Thomas, y pagará con su vida esa osadía. Mi historia se pierde en los confines del tiempo y eso es debido a que siempre estoy alerta, siempre tengo ojos en todas partes. La cacería está a punto de terminar, pero en esta ocasión, como tantas otras veces en el pasado, el cazador será, irónicamente, la presa.

—Algún día, no lo dudes, alguien logrará lo que yo no logré y cerrará tu mirada para siempre, y ahora acaba de una maldita vez. Reconozco mi derrota.

El desprecio con el que vistió el sacerdote sus palabras, trataba de disimular el miedo profundo que sentía en lo más hondo de su alma. Estaba a merced de aquella horda, lo sabía muy bien, y lo único que le suplicaba ya al Altísimo era no sentir mucho dolor, mientras la muerte se lo llevaba.

Lady Elisabeth alzó su mirada hacia la luna y una ininteligible letanía salió de sus labios. El viento frío como escarcha de invierno, despeinaba sus cabellos negros y una extrema palidez se instaló en su rostro, al mismo tiempo que una sonrisa de pesadilla aparecía en su cavernosa boca.

Alzando sus manos al cielo pareció levitar, por un segundo, en mitad de la madrugada, y de repente su plegaria cesó. El ritual había finalizado. Se agachó, entonces, y con voz seductora volvió a hablar.

—Adiós, padre. Admiro su valor, de verdad que sí, pero no le sirvió de nada y ahora encomiende su alma a Dios. Está a punto de reunirse con Él.

El padre Thomas envuelto en hilos de miedo, vio una boca que se acercaba hacia su cuello entre crujir de ropajes barrocos y vio también unos colmillos afilados, unos cabellos bailando una danza macabra, una mirada oscura y ya no quiso ver más. Cerrando sus ojos, elevó una última plegaria hacia el cielo y pidió perdón por sus pecados, volviendo a escuchar la voz de su madre, muy dentro de su corazón, repitiendo el mismo discurso:

«¡Tu alma debe encontrar la paz! ¡Busca la luz!»

El dolor que sintió fue terrible y lacerante, mientras unos dientes se clavaban en su carne. Sintió la sangre correr por su cuello y notó cómo las fuerzas lo iban abandonando sin piedad; pero cuando pareció que iba a perder el sentido, lady Elisabeth se detuvo, se reincorporó de forma elegante y lo abandonó allí, junto a la olvidada tumba, al filo de la muerte. Con pasos seguros y presurosos se alejó del padre Thomas, saciada, satisfecha, triunfante.

A un solemne gesto suyo, su clan se movió con rapidez entre las sombras y se abalanzó sobre el sacerdote, alimentándose de la poca vida que aún le quedaba. La reina de los vampiros siempre dejaba las migajas para sus súbditos, dejando bien claro quién llevaba las riendas.

Un terrible grito hizo estremecer a la noche, un grito que reflejaba un dolor atroz, inhumano, horrible. Un dolor, que era la agonía de un hombre vencido por fuerzas que no eran de este mundo.

Tras el grito, el camposanto quedó en silencio de nuevo, sumergido en las brumas, olvidado por los hombres y la muerte reclamó su precio, llevándose el alma del sacerdote muy lejos de allí.

Cuando lady Elisabeth llegó a su carruaje todo había acabado por fin y ordenó a su cochero que la sacara del paraje cuanto antes. El día estaba a punto de hacer acto de presencia, el sol volvería a ocupar su trono y ella tenía que desaparecer mientras tanto, en su escondida mansión, en su hermosa alcoba, a la espera de una nueva noche, de una nueva oscuridad, en la que, otra vez, tendría que salir a cazar.

 


Autores del texto:

Ramón Martínez Martín    En Facebook     rmartinezmartin      En Inst  y Twitter    ramonmm78

Manuela Fernández Cacao

Todos los Derechos Reservados

34 comentarios:

  1. El honor fue todo mío y el que se sintió halagado, un servidor. Me hizo mucha ilusión que aceptaras. Sabes que escribo sin pretensiones. Solo para contar historias y compartir sentimientos. Espero que tus muchos seguidores disfruten de nuestro relato. Yo lo guardaré para siempre con mucho cariño. Un beso enorme y de tu lado siempre.

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    1. Ramón,
      El no tener pretensiones da libertad, fluidez, frescura... y es lo que destaca en tus escritos entre otras muchas cosas.
      Por otra parte, con el permiso de tu señora, que sepas que eres un sol.
      BEsissssss...

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    2. Ramón Martínez Martín7 de noviembre de 2022, 8:24

      Le enseñaré tu comentario, a ver si ella también se cree que soy un sol. Ja, ja, ja. Gracias como siempre y a ver si esta es la primera de muchas colaboraciones más. Un abrazo enorme.

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  2. Me ha encantado, ha quedado muy bien.
    Muy interesante lo de escribir a cuatro manos.

    Besos.

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    1. Devoradora
      Sí, es toda una experiencia y muy divertido.
      BEsisss

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    2. Ramón Martínez Martín7 de noviembre de 2022, 8:25

      Muchas gracias por leernos y por la valoración positiva. Un saludo.

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  3. Divertido, atrayente y de una extrema calidad narrativa. Experiencia para repetir, Manuela. Bravo.

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    1. Enrique
      Me alegro mucho que te haya gustado, a Ramón seguro que también le hace ilusión, tanto como a mí.
      BEsis.

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    2. Ramón Martínez Martín7 de noviembre de 2022, 8:27

      Una gran ilusión recibir críticas así, tan positivas. Claro que sí. Muchas gracias!!!!!!! Un abrazo.

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  4. Un relato que es muuy bueno, pero lo mejor que si no decis que es a cuatro manos no sé nota y ahí es donde está la magia de las letras y sus autores!!

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    1. Ramón Martínez Martín7 de noviembre de 2022, 8:28

      Esa era la idea, coordinarnos de tal manera que pareciera un único texto y no dos partes. Modestamente, creo que lo conseguimos y que el relato tiene cohesión y coherencia. Un saludo y gracias por leernos.

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  5. Es una propuesta interesante, no lo niego, pero nunca pude escribir siguiendo una consigna o haciendo algo con alguien más, no sé por qué, no me sale.

    Saludos,
    J.

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    1. José A.
      No creas que a mí se me da bien trabajar en grupo, siempre he sido muy independiente, de ahí que este ejercicio me resulte positivo, de vez en cuando hay que hacer aquello que te saque de tus costumbres, algo así como comprobar que el área es más grande de donde te mueves, luego vuelves a tu círuclo de confort :))
      SAludos.

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    2. Ramón Martínez Martín7 de noviembre de 2022, 8:29

      Eso pensaba yo hasta que lo probé. Je, je, je. Todo el mérito es de Manuela. Un saludo.

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    3. De eso nada, Ramón, no seas tan humilde. Para ser justos el mérito es compartido.

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  6. Te siento feliz entera Me encanta tu escrito

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    1. Mucha
      Como te dije en el otro comentario, la felicidad no existe como tal, existe la lucha por llegar a sentirla, por vivir ratos felices. Espero que a ti también te vaya bien.
      SAludos.

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    2. Ramón Martínez Martín7 de noviembre de 2022, 8:31

      La felicidad puede estar también en las pequeñas cosas, como escribir junto a alguien a que aprecias y admiras. Un saludo y me alegro de que te gustara el relato.

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  7. Genial relato. Es muy duro en especial para mi escribir con otra persona. Así que admiro aun más su trabajo. Te mando un beso.

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    1. J.P.
      Te entiendo perfectamente, yo escribí a cuatro manos un par de relatos más hace ya mucho tiempo, años ya, no me gustó el resultado, pero Ramón Martínez es un escritor con mucha ilusión, con mucho entusiasmo... no dudé en decirle que sí.
      SAludos.

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    2. Ramón Martínez Martín7 de noviembre de 2022, 8:33

      En la dureza está el reto y si se lleva a buen puerto, la satisfacción es mucho mayor. Gracias por su opinión.

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  8. Muy buen relato y, además, no he sido capaz de distinguir donde termina la primera parte, la escrita por tí, y la segunda, la escrita por tu compañero, Ramón Martínez. Os habéis acoplado muy bien para desarrollar esta interesante historia de vampiros.
    Un abrazo.

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    1. Josep
      La verdad es que si yo no lo supiera de antemano, tampoco lo adivinaría :))
      SAludos.

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  9. Me parece un reto. Puede gustar al lector o confundirlo. Nadie escribe a dos manos, y por tanto tampoco dos escritores escriben a cuatro manos. Son "dos imaginaciones", dos corazones, dos sentimientos, dos partes de un escrito que deja traslucir, culturas que pueden acercarse por temática, pero me parecen dos puertas abiertas a distinto nivel, distintos planos, distintas fotos si se quiere, de un mismo lugar. No es una partitura que alguien compuso para cuatro manos. No me sedujo.
    Gracias por el intento, de una como del otro.

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    1. José Manuel
      El arte está repleto de ejemplos de obras que están realizadas por más de un autor. Hay miles de obras pictóricas que se han realizado en escuelas de un maestro y se exhiben en museos con una armonía total estando realizadas por el maestro y por el aprendiz; obras clásicas musicales que se han finalizado después de muerto el autor que la comenzó, en el mismo caso hay obras arquitectónicas. En literatura sucede lo mismo que en las demás disciplinas, ahí tenemos a Carmen Mola.

      Dos personas, incluso más, pueden unir la imaginación que tengan ambos, la técnica, la voluntad... y fijarse un camino a recorrer en la disciplina que hayan elegido tanto artística como en otra materia: en un informe científico, en cualquier tipo de proyecto... ¿Por qué no? Pero bueno, no te sedujo.
      SAludossss...

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  10. Tremendo! Cuatro manos y dos cabezas muy lúcidas...
    Saludos

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  11. Manuela me ha encantado el relato y la introducción que me ha parecido muy interesante- Muchas felicidades a ambos, habéis hecho un gran trabajo que he disfrutado de lo lindo!!
    Besicos muchos.

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    1. Casa encendida
      Muchas gracias, me alegro que te gustara :))
      SAludos

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  12. ¡Enhorabuena a ambos! Os ha quedado genial, y además no se ve el corte entre uno y otro autor. Dos grandes escritores que habéis hecho las delicias de vuestros lectores. Y el relato en sí corta el aliento. Fantástico :D

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  13. Pensaba que a cuatro manos serían cuatro personas.. porque, no sé, sólo escribimos con una mano, ¿no? O habéis ido cambiando de izquierda a derecha y luego... bueno, que no sé, pero el texto ha quedado muy bien y habéis logrado dar el mismo tono y estilo que, supongo, será lo más complicado, ¿verdad?

    El padre Thomas descubrió un poco tarde que su sagrado crucifijo era un insignificante trozo de madera....

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    1. Beauséant
      Si te digo la verdad, nunca he entendido lo de las cuatro manos, ¿por qué no dos? o ya puestos, ¿por qué no seis? No me creo que se refiera a escritores que escriban en pc o a máquina. Pero sí, lo he pensado yo también :))
      SAludos.

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