En los últimos años, el panorama literario ha experimentado
una transformación radical, y ha sido gracias a la digitalización. Este cambio
ha llegado para quedarse.
Hasta ahora, quien quería publicar solo tenía la posibilidad
de hacerlo mediante una editorial. Las editoriales seleccionaban con mucho
esmero (lógicamente lo siguen haciendo ahora) aquellas obras que, obviamente,
creían que iban a sacarle rendimiento, al fin y al cabo, una editorial es una
empresa.
Esto hoy en día ha cambiado, los escritores tenemos muchas
otras opciones para dar a conocer nuestras obras.
También ha cambiado la venta en sí de los libros. Las
librerías físicas han perdido terreno, el mismo que han ganado las plataformas
digitales incluso las redes sociales que también son utilizadas por muchos
escritores. Aquí hago un inciso como
escritora y hago un llamamiento por el cual le digo a las librerías que, si
fuesen más permisivas con las obras de autopublicados, aunque tuviesen que
pasar antes por unos controles de calidad, tendrían más posibilidades de
supervivencia, porque autopublicados somos muchísimos y gran parte de nosotros
con muchos seguidores dispuestos a comprar de manera presencial.
Para sumar al cambio aparecieron los libros electrónicos: más
económicos, mayor alcance y por tanto más posibilidad de venta.
La publicidad también se ha adaptado a los nuevos tiempos.
Pocos anuncios de libros vemos en los medios, no digo ninguno, pero sí pocos.
Sin embargo, en las redes sociales no dejamos de verlos, no solo por autores
publicitando su obra sino también por editoriales tradicionales.
De esto último se deduce que las ferias ya no son lo que
eran, y aunque siguen teniendo mucha fama y siendo muy visitadas (que así sea
por muchos años) lo cierto es que la relatividad entra en juego pues la mayoría
de los lanzamientos se realizan virtualmente.
La digitalización ha democratizado el mundo de la literatura
al adaptarse a la nueva tecnología, tanto para los autores como para las
editoriales. Ya se sabe: adaptarse o morir.
©Manuela_ferca