Al pasar por una librería, esta portada acaparó mi atención en su escaparate, tanto que entré a preguntar.
Me dijeron que algunos estudios habían demostrado que Cervantes firmaba con “b” y no con “v”.
Efectivamente, en el Siglo de Oro español, la ortografía no
estaba estandarizada por muchos esfuerzos que ya se hacían, los nombres, particularmente, podían escribirse de
diferentes maneras, todas eran lícitas.
Recordemos que en el 1492, Antonio de Nebrija, publicó la primera gramática del castellano, pero no fue hasta el siglo XVIII cuando se establecieron normas fijas para la escritura. Hasta ese entonces los escritores jugaban con las palabras; se escribía mujer y muger, gente y xente; no era exigible las concordancias de género ni las de número; las formas verbales y estructuras podían variar si se quería…
Entiendo que al unificar las reglas, se ha conseguido
cohesión en la comunicación escrita, seguro, pero me pregunto si con
ello también se ha limitado la creatividad literaria. Decía Pérez Reverte que a veces las reglas
gramaticales no dan respuesta a lo que se quiere expresar.
Claro que también hay autores contemporáneos que rompen con
estas normas. Y así todos hemos visto cómo en algunas obras no se utilizan los
signos de puntuación; o no se utilizan las mayúsculas; o se utiliza la “k” en lugar de “qu”, se omite los
acentos, se utiliza “elle” como género…
El lenguaje es una herramienta viva, que se adapta y evoluciona y está visto que hay ocasiones en las que las normas son obstáculo y reto para los escritores, como arte que es.
No sé cómo lo ves tú. Soy toda oídos, digo ojos…
“Don Quijote de la Mancha”
Ilustraciones de Miguel Ángel Martín
Editado por Pollux Hernúñez y Emilio Pascual
La librería donde lo vi:
“La Mistral”
Tr.ª del Arenal, 2, Madrid
©Manuela Fernández Cacao