Ha llegado el momento que me temía: mi biblioteca no da más de sí, es más, no encuentro posibilidad alguna de ampliación en ningún rincón de la casa, lugar que se precie, claro está. Por tanto he tenido que tomar una decisión : aplicar la ley de Darwin.
Los libros que realmente me gustan o considero excepcionales, aquellos que me han regalado, y por supuesto aquellos que tengo dedicados, serán los elegidos para quedarse; mientras que aquellos que no cumplan con mis expectativas, puesto que ya no voy a abrirlos de nuevo, serán intercambiados por otros que encuentre más interesantes o valiosos.
Psst pssst...! Ahora que nos ve nadie, ni nos escuchan, ni nos leen... creo que deberías cambiarle el nombre al blog. Llamarlo "Dama de Papel" 💗🙈
ResponderEliminarEs lo que hay que hacer.
ResponderEliminarAhora está muy de moda, dejarlos en los bancos de los paseos, al lado de fuentes y sitios así. Para que los adopte quien quiera. ¡Suerte!
ResponderEliminarBesos.
Me ocurre lo mismo. Un beso
ResponderEliminarPor ampliar el otro comentario, sí, tirar libros nunca, qué horror :) siempre hay opciones.
ResponderEliminarHace cosa de un año tuve que sacar libros de las estanterías, lo tenia en dos filas y los de atrás no se veían, a pesar de tener un indice era un rollo. Ahora estan todos a la vista pero como dices tuve que hacer una selección y fue duro. Abrazos
ResponderEliminarExcelente criterio. Lo aplicare yo tambien con una variante.... me cae bien Lamark .... vere como lo ajusto para modelar mi biblioteca que tambien se ha llenado de un monton de libros que nunca leo.
ResponderEliminarEs que al final pondríamos estanterías en el lavabo. Por eso sobreviven en nuestros anaqueles los más preciados.
ResponderEliminarUn abrazo
Me temo que muy pronto tendré que tomar una decisión así. Por el momento, procuro (contra todo pronóstico, pues no es un sistema que me agrade) adquirir las nuevas novelas en formato electrónico, pero solo aquellas que no me acaban de inspirar mucha confianza.
ResponderEliminarUn saludo.
En mi caso particular, después de varios cambios de domicilio por mi trabajo, tuve que ir "esquilmando" mi biblioteca. Lo conseguí haciendo donaciones a bibliotecas de Valencia y Benicasím. El final, después de quedarme con todo lo que era"afectivo" e importante, no me quedó más remedio que llegar a lo que nunca esperé: el libro electrónico.
ResponderEliminarY no me arrepiento, ¡ahora no tengo problemas con el tamaño de las letras y puedo leer con poca luminosidad ambiental.
Aún recuerdo a mi mujer, cuando me encontraba indeciso en desprenderme de alguno:
Me decía."O compramos el Palacio de Liria, o te deshaces de ellos, tú decides"
Para que este menester te resulte menos doloroso, ahí va un abrazo.
Yo he decidido poner estanterías en el altillo de la cochera, pero ya tampoco hay sitio. Es el síndrome de Diógenes literario.
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