—¿De verdad el lobo
tenía las orejas tan grandes? —preguntó la niña al padre sentado a los pies de
la cama.
—Sí, y eran tan
grandes para oírla mejor ¡Y sus ojos tan grandes para verla mejor y sus
dientes tan grandes…!
Y se hizo un silencio
en la habitación interrumpido por el crujir de la puerta que se abría.
—¿No estaba la niña
contigo? —cuestionó la madre mientras el marido giraba la cabeza con los ojos
inflamados y un hilo de sangre escurriendo de su boca.
Ilustración de LovableNinja en Pixabay @NathanKleinow en Instagram
Microrrelato incluído en el libro "Exprimiendo historias" de ©Manuela Fernández Cacao. Todos los Derechos Reservados.
Un micro estupendo Manuela, lo justo para dejarte flaseada jajaj. Un abrazo, feliz viernes.
ResponderEliminarHay tipejos por ahí, que tienen unas formas de cenar realmente raras.
ResponderEliminarDicen los piscicólogos que el cuento de Caperucita es uno de los más traumáticos que se conocen.
Impresionante. Me deja sin palabras. Efecto conseguido.
ResponderEliminarEs la primera vez que llego a este blog. Saludos muy afectuosos y cordiales.
Cuidadin, cuidadin con Caperucita feroz, no se de la vuelta la tortilla.
ResponderEliminarSalud
Breve pero intenso. Me ha gustado.
ResponderEliminarBesos.
Casi es más fácil encontrar al lobo en casa que en el bosque.
ResponderEliminarQue buena muestra de tu saber hacer.
Un abrazo.
Terrorífico, pero que bueno...
ResponderEliminarSobrecogedor!!!
ResponderEliminarAdoro tus relatos Manuela. Besos :D
ResponderEliminarTiene trama y se le adivina calidad... Ya el tema, algo..., cómo decir... :))))))
ResponderEliminarAbrazos Manuela.
Por hambre hacemos lo que sea. Y seguro que la carne humana está riquísima, aunque yo la acompañaría con un sofrito. ;)
ResponderEliminarA veces no lo sabemos y tenemos el lobo en casa, je,je.
ResponderEliminarUn abrazo.
Oh,oh..
ResponderEliminarToma eso, niña. Por preguntona.
ResponderEliminarUf...qué pavor. Muy bueno.
ResponderEliminarUn abrazo
Me he quedado con la historia tal cual y luego me ha dado por pensar en todos esos progenitores que acaban devorando a sus hijos de cientos de maneras. Que les joden la vida de miles de formas... Esa otra dimensión me ha dado aún más miedo.
ResponderEliminar¡Quién iba a suponer que el padre de esa niña fuera un hombre-lobo!
ResponderEliminarUn saludo.
Terrorífico. Escalofriante!
ResponderEliminarSalud
Un micro literalmente terrorífico, pero metafóricamente aún más. Un final directo a la mandíbula del lector ante lo que esa madre va a descubrir. Un abrazo!
ResponderEliminar¡Vaya Licantropía molona!😊¡¡O eso o has remodelado el celebérrimo cuadro de Goya de "Saturno devorando a sus hijos"!! [¡¡¡¡Que también es de mis predilectos!!!!]
ResponderEliminarRecibe Mis Consideraciones Más Portoventoleras y Zoantropas!!!!!!
¡Qué miedo!
ResponderEliminar:)
Salu2.
Ahora solo falta, que la niña fuera un poco borde , para que a su padre le dieran ardor de estómago , y estuviese toda la noche repitiendo a la hija cómo a la cebolla o el ajo.
ResponderEliminarMuy bueno y directo , me a gustado tu relato , besos de flor.