Maquetar un libro: andamios de un edificio
Cuando me preguntan qué es maquetar un libro, me resulta
difícil explicarlo. Lo voy a intentar con un símil.
Para que un edificio exista, primero hay que colocar los
andamios. Estructuras temporales, inestables a veces, que sostendrán lo que ha
de venir.
Pues bien, para publicar un libro, hay que maquetarlo: armar
el esqueleto que sostendrá las palabras. Y así, las frases, los párrafos, se
colocan como ladrillos sobre una estructura buscando solidez.
Maquetar es complicado, no voy a mentir, lo sé porque yo
misma maqueto mis libros y os puedo decir que hay días que avanzo un piso
entero, otros sin embargo, me da solo para afianzar una única viga.
Es un trabajo arduo y poco valorado: el andamio no sale en
la foto final del edificio, del mismo modo que nadie percibe el trabajo de la
maquetación que precede a la publicación de un libro.
Nadie ve las horas invertidas en tomar decisiones, cuántas
veces se movió un título, se cambió el tamaño de la fuente, desapareció un
párrafo… A veces se cae un muro entero, otras hay que derribar gran parte de lo
maquetado y comenzar de nuevo.
Y llega el momento de retirar el andamio. Si se ha
estructurado bien, el edificio quedará en pie. También el libro quedará
ajustado si el diseño de la maqueta ha sido el correcto.
Al final, el paseante solo ve la fachada terminada, como el
lector el libro ya impreso. Pero debajo de cada página hay estructura, un plano
que nadie verá.
Lo más emocionante es cuando lo ves impreso, encuadernado, en
ese momento sabes que no es solo un libro. Es una construcción y tú has sido el
arquitecto y obrero de cada página.
Maquetar es construir.
©Manuela_ferca

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