Título: Alina
Autor: Ramón Gallart
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El autor en las Redes: Ramon_Gallart
Una novela que crece en intensidad desde que comienza hasta
llegar al final, final con un gran cierre.
Hay dos protagonistas. El primero es claro: una joven
sencilla, inexperta, que no comprende por qué se aceptan las injusticias que se
dan a su alrededor. Mientras intenta
vivir su primer amor, las circunstancias la obligarán a madurar y a
involucrarse cada vez más con su entorno.
Por otro lado, a medida que avanzamos en la lectura, la
época en la que transcurre la historia, los años 70, va tomando protagonismo,
un gran protagonismo, hasta adueñarse por completo de la novela: opresión,
impunidad, crueldad… sumergiendo al lector en una realidad asfixiante.
El autor es fiel a su estilo presentando una narrativa
natural, como si relatara la historia a un amigo. Sin adornos, todo fluye con
sencillez. Este estilo directo es lo que sumerge al lector en la trama. Los sentimientos
de los personajes crean una atmósfera de gran autenticidad, siendo la
naturalidad —que no simpleza—la que genera una profundidad emocional donde
cada palabra tiene peso.
Alina, es una de esas protagonistas que no se olvidan. Esto
solo puede responder a que el personaje está bien construido; tiene fuerza y
una vez que el lector la conoce, la trasciende y le concede el tributo de lo
real.
Así es esta novela: intensa, sincera y con un desarrollo que
atrapa. Una historia que crece con cada página.
Pasemos a lo importante, veamos qué nos dice en sus
respuestas
—¿Qué te llevó
a abordar un tema tan controvertido como es la política, en un contexto de
tanta polarización hoy en día?
Antes de
contestar, quiero darte las gracias por tu lectura de la novela y por los
comentarios que has hecho sobre ella, que me han parecido preciosos y son muy
valiosos para mí. Y también por tu tiempo, un bien muy valioso y siempre
escaso.
Por lo que
respecta al tema de ALINA, yo diría que, aunque la historia está enmarcada en
la época del tardofranquismo, con movilizaciones políticas y sociales de
protesta y reivindicación que se expresaban a menudo en la calle por
estudiantes, trabajadores, etc., lo que quería narrar es el “despertar” de la
protagonista a una realidad social que, al igual que les ocurría a tantos otros
jóvenes de la época, le era totalmente ajena. Y llega a esta revelación y toma
de conciencia a partir de un enamoramiento, de una especie de “flechazo”.
Hablamos de aquellas cosas que estamos dispuestos a hacer y a cambiar de
nosotros, al principio solo, o principalmente, por amor.
—La evolución
de tus personajes está condicionada por las circunstancias históricas que les
rodean. ¿Crees que los escritores deben plasmar la historia tal como es o
pueden tomarse la libertad de cambiarla a favor de la trama?
La literatura,
la ficción en todos sus formatos (novela, cine, teatro…) nos permite contar
historias con las finalidades más diversas. El autor es libre, y el lector aún
más. En cualquier caso, y en mi opinión, el autor ha de ser “honesto”. Con uno
mismo, claro, pero por encima de todo con los lectores. Creo que no se puede
“engañar”, haciendo pasar por hechos históricos cosas inventadas, cosas que en
realidad no sucedieron. Hay que ser riguroso si se trata de narrar sucesos
reales, sin cambiar ni tergiversar nada en favor de la trama. Otra cosa son los
personajes, sus “opiniones”, sus acciones, sus maneras de interpretar la
realidad. Ahí sí, rienda suelta, por supuesto.
—¿Cómo se
logra imaginar y escribir escenas intensas o desagradables y luego desconectar
de esas emociones al dejar el bolígrafo?
Interesante
cuestión. Yo creo que, a diferencia de cuando vemos o asistimos “sin previo
aviso” a la contemplación o vivencia de un hecho cruel, injusto, desagradable… -con
lo cual sufrimos el impacto de aquello que no esperábamos, y que nos puede dejar
algún tipo de huella que permanezca más o menos tiempo en nuestro interior-,
cuando escribes sobre ello ya ha habido un proceso previo. Lo conoces, lo has
sentido, has reflexionado y, mejor o peor, sigues adelante. Es más fácil, en
este caso, tomar una distancia con los hechos porque las emociones ya las has
podido gestionar con anterioridad al relato. A pesar de todo, mientras lo
escribes… es muy duro, claro.
—¿Piensas que
los escritores tienen la responsabilidad, e incluso obligación, de influir en
los lectores para contribuir a un cambio en la sociedad?
Yo creo que
no. A mi modo de ver, no tienen esta responsabilidad ni están obligados a ello.
Sin embargo, opino que este puede ser el legítimo propósito de cualquier
escritor -de “novela social”, por ejemplo- que quiera, con su obra, denunciar
situaciones: explotación, violencia de
género, desigualdades, represión política, etc. Los libros ofrecen muchas veces
un testimonio sobre las injusticias y la falta de libertades (cuántas
dictaduras han prohibido determinadas lecturas, han hecho hogueras con libros
que consideraban “peligrosos” por sus ideas y sus denuncias). Si en una tiranía
algunos libros representan una amenaza con la que hay que acabar, será porque
la literatura puede tener esta fuerza, este poder: el de cambiar algunas cosas.
—Entre otras obras, tienes dos novelas publicadas en tono completamente distinto, una es más amable, "Las cartas que nos tocan" de la cual ya hablamos aquí en su día; la otra es más dura ¿en cuál de ellas logras expresarte más plenamente como autor?
Tengo publicados
un libro de relatos -que tocan todos ellos cuestiones relacionados con el mundo
de las parejas-, y tres novelas. La anterior a ALINA, “Las cartas que nos
tocan”, es relativamente más amable, como dices, aunque también toca algunos
temas dolorosos. Creo que en ALINA hay más de mí (aunque la protagonista es una
chica veinteañera, menor de edad, todavía, en aquella época). Comparto con ella
algunas vicisitudes en unos tiempos que viví intensamente: una represión feroz,
una lucha en las calles, el silencio de muchas personas que preferían mirar
hacia otro lado, el miedo y cómo enfrentarse a él. El primer amor, también…
—Qué tema
tendría como centro esa novela que jamás escribirías.
Ostras, qué
difícil contestar a esto… Más que sobre un tema en concreto, puedo hablar de dos
géneros. He disfrutado leyendo a buenos autores de “fantasía” o de “terror”,
pero no me veo capacitado en absoluto para escribir historias de esta
naturaleza.
—En tu novela
se abordan temas como amor, impunidad, idealismo…, sin entrar en política ¿qué
esperas que tus lectores aprendan a través de tu novela?
Creo que en
ALINA se abordan, sobre todo, dos temáticas: por un lado, la evolución y el
despertar de la protagonista, Lola, la cual, a partir de su enamoramiento,
empezará a descubrir y comprender el porqué de muchas cosas que ocurrían en
este país. Una historia de amor, sin duda. Y por otro lado, me gustaría que los
lectores más jóvenes tomen conciencia de algo que quizás desconocen: se calcula
que más de 4.000 personas fueron torturadas, golpeadas, humilladas en la
Jefatura de Via Laietana, sede de la Brigada Político-Social en Barcelona. Y
que lo mismo ocurrió, por ejemplo, en el hermoso edificio de la Casa Real de
Correos, en la Puerta del Sol, en Madrid, un centro de terror durante muchas
décadas. En la novela estamos en los años 70, pero las torturas siguieron hasta
mucho después, en plena democracia. Compañeros míos fueron detenidos en las
puertas de la facultad por los “sociales” (de paisano), solo por llevar unas
octavillas en la carpeta. En Via Laitena fueron torturados, luego encarcelados,
juzgados…
—Algo que
añadir...
Te sigo en las
redes sociales, Manuela. Creo que tus publicaciones invitan siempre a pensar y
ayudan a entender; creo que aportan, también, valiosas herramientas tanto para
los lectores como para aquellos que escribimos. Pero lo que más admiro es tu
precioso blog literario, “Dama de agua”. ¡18 años! Te felicito por tu trabajo y
constancia, por ser un ejemplo de saber hacer, por la calidad en tus contenidos
y por tu honestidad en todas tus reflexiones.
Ramón Gallart, un juglar de la literatura contemporánea.
©Manuela Fernández Cacao
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