La cena
El taxista me pidió dinero por adelantado. Durante todo el
trayecto sentí que me observaba.
No se sabe lo larga que es la noche hasta que pasas una tras
otra despierto en un calabozo memorizando: “soy inocente”. Entre rejas, llegan
a hacerte creer que fuiste tú quien cometió el crimen.
Cuando llegué a casa, mi hijo abrió la puerta. Nada de
abrazos, ni un hola papá.
Me siento culpable, no de lo que me acusan, sino de haberme
perdido 15 años de la vida de mi hijo. Ya ha cumplido los 30. Mi mujer se fue de casa. Era comprensible,
cada rincón le traía recuerdos de aquella noche, todo ensangrentado, yo con la
pistola en la mano…
Mi hijo siempre estuvo a mi lado, en el juicio dijo que
creía en mi inocencia. Mi mujer no, la víctima era su amante.
Supe de su engaño desde el primer día. ¡Cómo había podido
hacerlo, con el marido de su mejor amiga!
Aquella noche, los dos matrimonios cenaríamos en nuestra
casa. Quería desenmascarar a los amantes. Le di dinero a mi hijo para que se
fuera al cine. Después de cenar, fui directo.
Él tartamudeaba mientras su mujer increpaba a la mía. Su
mujer también era conocedora y me lo había ocultado. Íbamos de un sitio a otro
del comedor, hacíamos espavientos, mi mujer gritaba, yo daba golpes en la mesa…
y la luz se apagó.
Se oyó un disparo. La luz se encendió.
Él estaba tendido en el suelo en medio de un charco de
sangre. Junto a él una pistola.
La cogí extrañado. Y todos se apartaron de mí.
Yo mismo llamé a la policía y les esperé con el revolver en
mi mano.
-.-.-.-.
Pistas para resolver el reto:
.-La pistola era del acusado.
.-El hijo llegó a casa antes de lo previsto.
.-La mujer del acusado estaba junto al mueble donde se
guardaba la pistola.
.-La mujer de la víctima estaba junto al pulsador de la luz.
2ª parte
Autor
invitado: Ramón Martínez Martín
Escuché
el portazo. Mi hijo se había encerrado en su cuarto. Fui hacia la puerta y la
abrí de malos modos. Me merecía algo de cariño por haberlo encubierto.
Sabía
que era el asesino. Lo vi escondido en el pasillo, acercando su mano hacia el
interruptor para apagarlo. Ahora tendría que justificármelo. Ojalá el dolor de
cabeza me permitiera mantener esa conversación.
—¿No
saludas a tu padre?
—¡Tú no
eres mi padre!
—Es
cierto. No lo soy, pero el monstruo fue tu madre. Ella nos arruinó la vida.
—¿Por
qué no pediste ayuda y me obligaste a ser tu cómplice?
—Tuve
que aparecer para proteger al débil de tu padre. ¡Quería quitarse la vida por
la infidelidad de esa maldita zorra y no estaba dispuesto a consentirlo! Tú
eres tan débil como él. Fue fácil manipularte.
—Papá,
sé que sigues ahí, perdido. ¡Vuelve! Tú no eres así. Yo te quiero. Juntos
podremos solucionarlo.
Mi hijo
rompió a llorar. Me sentía muy confuso, como si fuera alguien ajeno a mí mismo.
—Desde
que te encarcelaron he estado leyendo y tienes un trastorno disociativo de la
identidad o doble personalidad. Pero apretaste el gatillo, aunque la orden
viniera de un cerebro enfermo.
Tras
escucharlo recordé la depresión al comprender que mi mujer me engañaba, el
abismo en el que caí, hasta pensar en quitarme la vida. Luego vinieron los
dolores de cabeza, las lagunas de memoria, la confusión y aquella terrible
noche. Era cierto, yo había matado a aquel hombre.
—Sí que
pedí ayuda, pero él se enteró de mis intenciones y aceleró su plan. No me dio
tiempo a acudir al psiquiatra y ocultó los hechos para seguir manejando los
hilos desde las sombras. Lo siento. Jamás me lo perdonaré.
Mi hijo
me miró y por fin se acercó, con una mirada de esperanza en los ojos.
—No te
preocupes. Iremos a esa cita a la que no acudiste y mantendremos a raya al
asesino, hasta desterrarlo de tu mente.
Sentado
en la consulta del psiquiatra, pienso que no va a ser fácil curarme de mi
enfermedad mental, pero quiero hacerlo. Debo luchar para que mi oscuro pasajero
no vuelva a tomar el control. Lo malo es la risa lejana y siniestra que sigo
escuchando en mi cabeza y que, cada vez, escucho con más frecuencia.
©Ramón Martínez Martín
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Doy las gracias a Ramón Martínez Martín por haber aceptado la invitación a formar parte de este reto/juego literario. Así como a todos quienes han venido hasta aquí guiados por la curiosidad.
Gracias a todos.
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El hijo, que no fue al cine y se quedó esperando. Un abrazo
ResponderEliminarLa mujer, sin duda. Tenía el móvil y la ocasión....
ResponderEliminarHola Manuela, muy buena idea, promete mucho. Voy a ver nis dotes de investigadora ajajja a ver que te parece...
ResponderEliminarPara mí que es una asesina, y es la mujer del finado. Ella sabía del romance y se calló , tal vez fue una venganza y fue astuta, apago la luz para echar la culpa al otro hombre. Porque si los dueños de la casa no era la pistola algún la tuvo que meter en la casa, el finado no , por lógica, su mujer.
Es mi teoría
Un saludo y ya veremos quién fue … Un beso.
Te salió muy bien el relato. Manejas el suspenso. Te mando un beso.
ResponderEliminarapunto al hijo, en estos relatos siempre acaba siendo el que no estaba allí :) ¿motivos?, los dejo en tus manos que eres la escritora ;)
ResponderEliminarNo sé que pasa, pero he perdido interés por los relatos... Prefiero leer historia o ensayos, con los relatos tengo la impresión de estar perdiendo el tiempo.
ResponderEliminarRicardo
EliminarSon etapas. Hay que leer lo que a uno en cada momento le apetezca. Leer debe ser, ante todo, disfrutar.
SAludos.
Deseando ver el desenlace
ResponderEliminarYo voy a ser un poquito más creativo y decir que la que disparó el arma fue una mujer, pero en realidad el objetivo no era el que finalmente fue...
ResponderEliminarCoincido con Campirela.
ResponderEliminarBesos.